Cuidado con el “Talento Natural”
El talento natural vs las competencias
En ocasiones, ante una evaluación de competencias, he visto defender la opinión de que no es lo mismo que una persona presente una conducta porque sabe que es la conducta adecuada y esperable en determinada situación a que una persona la presente porque le sale “natural”. Y se pretende que el segundo comportamiento tiene más valor que el primero. Es más “natural”.
¿Es lógica esta glorificación de un supuesto “talento natural”? Decía el pianista Bill Evans que él creía más en las cosas que se habían desarrollado a través de un trabajo duro y constante, porque creía que tenían más profundidad, que en aquellas para las que la persona tiene una facilidad natural. De hecho, ¿no tendría más mérito ser bueno en algo cuando no se tiene “talento natural”? ¿No significará tener un propósito mucho más definido y una conciencia mucho más clara de lo que se hace y por qué se hace?
Además, cuando escuchamos una gran interpretación de un pianista, ¿somos capaces de distinguir si su habilidad es “natural” o si la ha alcanzado a través de horas y horas de trabajo? Y, en el fondo, ¿qué más da?
La única manera de ser objetivos al valorar competencias es centrarse en las conductas. El cómo se ha llegado a esa conducta es otra cosa, e interpretarlo puede ser peligroso, ya que incluyo una serie de elementos subjetivos en esa interpretación. Por supuesto que hay que valorar otros aspectos (puedo ser altamente competente y no estar motivado por el puesto o la organización, por ejemplo) pero, en lo que se refiere a conductas, céntrese en lo que ve. Es mejor (y más justo) para todos.