Concepto personalidad vs competencias: ¿Qué nos aporta cada una?
La personalidad es algo así. Pretende entender un poco la “individualidad” de cada persona, su tendencia a ser de una u otra manera, a preferir unas cosas u otras, a estar más cómoda en unos entornos o en otros. Y las teorías de rasgos, lo que hace es decir que hay una serie de rasgos, o características estables de la personalidad que son aplicables a todo el mundo.
Lo importante es que cualquier medida de personalidad lo que me da es una especie de estructura interna del sujeto, tal como se ve a sí mismo. De esa estructura, yo infiero que el sujeto estará más cómodo en unos entornos o en otros, se le darán mejor cierto tipo de tareas que otras, etc. Es decir, infiero que el sujeto tiene tendencia a comportarse de una determinada manera más que de otra.
Pero la palabra clave es “tendencia”, porque no significa “conducta” necesariamente. De hecho, uno de los más importantes teóricos de la personalidad, Walter Mischel, dice que ni siquiera está muy seguro de que exista algo llamado “personalidad”. Y que, de hecho, para él lo que determina la conducta no es la personalidad, es, con mucha más intensidad, la situación. La gente cambia de conducta y modifica o domina su tendencia según la situación.
Hay actores muy extravertidos, como Jack Nicholson, y actores tímidos o con tremendo miedo escénico, como Laurence Olivier. Pero Olivier no era peor actor que Nicholson. Cuando se enfrentaba a su “situación” había aprendido a llevar a cabo una serie de conductas que le hacían eficaz, tan eficaz o más que otros actores con una personalidad totalmente distinta.
Si yo evalúo la personalidad, la medida que yo obtengo es una especie de “bloque”. Si con 30 años (o con 20) tengo una estructura de personalidad, esa estructura no va a variar a lo largo de la vida, más que en pequeños grados y con mucho tiempo. Y es lógico. Si la personalidad no fuera estable, y cambiara 6 veces al año, el concepto sería totalmente inútil, no existiría tal cosa como la personalidad. La implicación más grave de esto es que, si la personalidad no puede modificarse de manera significativa, ¿cómo puedo desarrollar a una persona? No puedo. No podemos convertir a un introvertido en extravertido.
De aquí la importancia de enfocar la evaluación en conceptos más conductuales, como son las competencias. Cuando hablamos de las competencias nos referimos a las conductas que una persona pone en juego cuando se enfrenta a diversas situaciones. Y estas conductas pueden tener mucho que ver con su personalidad…o muy poco. Todos, en nuestro trabajo, realizamos conductas que, por decirlo de algún modo, no nos son “afines”, pero lo hacemos porque entendemos que son las adecuadas.
Esto es lo crítico de las conductas, que se pueden aprender y modificar. Yo no puedo hacer extravertido a un introvertido, pero puedo ir introduciendo conductas en su comportamiento: cuando entres en una reunión di “hola a todos”; cuando hables con alguien, mírale a los ojos, al menos de vez en cuando. Puede que esas conductas no le salgan de natural pero, a menos que nos encontremos ante un problema grave, cualquiera puede aprenderlas y practicarlas. Y mucho más cuando hablamos de temas como planificación, gestión de información, etc.
Podemos tomar como ejemplo una serie de emprendedores famosos para profundizar en la diferencia entre personalidad y conducta.
Si pensamos por ejemplo en Richard Branson y Marc Cuban, tenemos dos tipos de personalidad similar: ambos son extravertidos, muy dinámicos y activos, tremendamente habladores y bastante histriónicos y poco discretos (les encanta llamar la atención).
¿Es éste el “patrón de personalidad” del emprendedor? No tiene por qué. Tomemos otro ejemplo: Ingvar Krampad, fundador de Ikea, la mayor productora de muebles del mundo. Hombre tremendamente discreto, con muy poca afición a las entrevistas y medios de comunicación y tremendamente humilde hasta el extremo de ser tacaño (viajaba en clase turista y se alojaba en hoteles de nivel medio, e incluso se cortaba el pelo cuando viajaba a países del tercer mundo porque en Europa le parecía muy caro. Decía que toda su ropa la había comprado en tiendas de segunda mano). Las personalidades parecen opuestas. Lo son, de hecho.
Sin embargo, cuando ves determinadas conductas de estos empresarios, ves patrones comunes: Ves una visión a largo plazo extraordinaria. Ves una capacidad para innovar, ves capacidad para tomar decisiones. Esas son las claves que hemos de buscar, no otras. Da igual si tiene una personalidad X o si tiene una personalidad Y lo importante es las conductas que aprende a poner en práctica para lograr resultados extraordinarios en un rol profesional.