EL MILAGRO DE LA TRANSUSTANCIACIÓN (PERSONALIDAD VS. COMPETENCIAS)

EL MILAGRO DE LA TRANSUSTANCIACIÓN (PERSONALIDAD VS. COMPETENCIAS)

EL MILAGRO DE LA TRANSUSTANCIACIÓN (PERSONALIDAD VS. COMPETENCIAS)

Cuando parece, pero no es, «el gato y la liebre»

“Transustanciar”, dejando aparte sus connotaciones en la doctrina católica, se define como el acto de convertir una cosa en otra.  Por ejemplo, antiguamente se pensaba que la piedra filosofal podía convertir los metales en oro. Pero, ¿tiene esto algo que ver con la evaluación o la gestión de recursos humanos?
Vamos a ello.
Dentro de los conceptos que se evalúan o pueden evaluarse en cualquier proceso de selección, promoción, evaluación de potencial, etc., hay dos que son o han sido centrales: personalidad y competencias.
Personalidad y competencias son dos cosas diferentes. Puede que a alguien le parezca lo mismo, como la pirita se parece al oro, pero no lo son. La personalidad es un conjunto de rasgos que son definitorios de una persona. Las competencias son una serie de habilidades conductuales de esa misma persona. Por decirlo de otra manera, la personalidad es una probabilidad: si yo tengo unos determinados rasgos en una determinada combinación probablemente voy a tener tendencia a comportarme de determinada manera…o no.
La competencia es un hecho: me comporto de determinada manera o no me comporto.
De hecho, la prevalencia del modelo de competencias en la evaluación moderna se debe al hecho de que, al ser un concepto mucho más conductual, es mucho más fiable a la hora de predecir el comportamiento futuro de la persona, además de ser mucho más fácilmente “desarrollable” que la personalidad (extremadamente difícil, por no decir imposible, de modificar en adultos).
Dicho esto…
¿Es ilícito medir la personalidad en una evaluación? Dejando aparte problemas conceptuales que pueda tener el término “personalidad” medirla es perfectamente lícito. Lo que no es ya tan lícito es medir una cosa y pretender que estoy midiendo otra.
Y, por desgracia, sucede que existen pruebas de evaluación que están totalmente basadas en personalidad (algunas de ellas en buenos tests de personalidad), pero que nos dan un resultado final de “competencias”. He aquí el milagro. Temo que esto se debe a que, si tengo un test de personalidad pero el concepto dominante son las competencias, en lugar de hacer otra prueba que mida competencias, pues le cambio el nombre a los rasgos de personalidad y aquí paz y después, gloria.
¡La piedra filosofal 2.0!
Es más, la manera en que se miden las competencias y la manera en que se mide la personalidad es distinta y eso se puede ver en muchos casos a través de los ítems con los que se miden. En gran medida, los tests de personalidad se basan en una autoevaluación (cómo me percibo a mí mismo). La autoevaluación puede funcionar bien en clínica o a nivel experimental, pero en el ámbito laboral, donde hay empleos o promociones en juego, no parece lo más apropiado. Además, ¿puedo de verdad medir la competencia (cómo una persona hace las cosas) a partir de su autopercepción de cómo es?
Francamente, lo dudo mucho.
Aquí podríamos decir, de acuerdo, pero la personalidad (bien medida) mostrará una tendencia. Debería haber una correlación entre personalidad y competencias. Podría haberla, pero no tiene por qué. Y, desde luego, lo que no puedo hacer es asimilarlas diciendo que estoy midiendo lo mismo, porque no es verdad.
Por poner un ejemplo sencillo, pongamos que yo quiero medir el peso en kilos de una persona. Bien, pero la herramienta que yo tengo mide la altura. ¿El peso correlaciona con la altura? Bastantes veces. ¿Es lógico pensar que una persona de 1,90 metros pesará más que otra de 1,75? Sí, ¿Es siempre así? Ni mucho menos. Pero el problema grave es decir que estás midiendo peso. No, estás midiendo altura. Si quieres medir peso, crea algo que mida el peso, pero no hagas milagros, porque entonces vale todo.
¿Por qué no puedo medir rasgos de aptitud, como el razonamiento numérico y luego decir que son competencias, como orientación a resultados, por ejemplo? ¿Tiene alguna relación el razonamiento numérico con la  orientación a resultados? Pues a lo mejor. Pero vuelve a ser algo como medir la longitud de tu pelo para saber cómo de grande tienes la cabeza. ¿No sería mejor medir la cabeza?
Existe un dicho muy popular, con origen en la Edad Media, y que todos habremos escuchado alguna vez…
Dar gato por liebre. Se refiere de forma directa a que, en una venta de carne, un gato desollado se parece a un conejo desollado, con lo cual puede “colar”.
Puede parecerse externamente, pero no es lo mismo. Si es gato, que sea gato, pero no lo llamemos liebre.

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