Cocinando competencias
La interrelación que existe entre las mismas
Imagine una receta de cocina. Tomemos como ingrediente base la pasta, por ejemplo. Imaginemos que nuestro ingrediente principal es el espagueti. Es un ingrediente relativamente sencillo, pero puede cocinarse de muchas maneras. Puedo hacerlos con tomate y queso, con sardinas salteadas y tomates cherry, con camarones al ajillo, con pollo al curry, con pesto y almendras, con salsa de limón… El ingrediente crítico es siempre el mismo, pero cada combinación genera un plato único, totalmente diferente a los otros. Y luego están las pequeñas variaciones de especias, tiempos de cocción, etc. Incluso el mismo plato sabe diferente si lo cocina una persona u otra. Muchas veces la diferencia es sutil, pero resulta fundamental.
Veamos otro ejemplo gastronómico que nos ayudará. La tayota es un fruto relativamente común en la cocina de bastantes países americanos. Los dominicanos, cuando les preguntas a qué sabe la tayota, responden: a lo que tiene al lado. La tayota es bastante insípida per se, pero es la combinación con los otros elementos del plato lo que puede hacerla deliciosa u horrible.
Ese “a lo que tiene al lado” es la clave. Con las competencias, el fenómeno es muy similar. Una competencia no “sabe” igual si tiene al lado una u otra competencia. No “sabe” igual un nivel de liderazgo muy alto combinado con una baja empatía que combinado con una alta. No “sabe” igual un nivel muy alto de planificación combinado con un nivel muy bajo de flexibilidad que con un nivel medio o alto del segundo ingrediente. Las competencias son, pues, una “fusión” dinámica de ingredientes que dan como resultado un ser único.
Podemos ir incluso más allá, y hablar de elementos “compensatorios”. Imagine que estoy cocinando y me doy cuenta de que me falta sal. Si no puedo conseguirla, ¿qué hacer? Puedo, por ejemplo, cocinar los alimentos a la plancha a alta temperatura (se notará mucho menos la ausencia de sal). O puedo, si se trata de pescado o carnes blancas, usar limón o jengibre para sazonar. O utilizar sofritos con elementos como ajo o cebolla. O hacer una vinagreta. También podemos tomar como ejemplo el propio ingrediente principal: si tengo un corte tierno de carne, lo normal es cocinarla con calor alto y seco (plancha), mientras que si la carne es dura, podré optar por hacer guisos o estofados.
Con referencia a las competencias, es exactamente igual. TODOS tenemos competencias menos desarrolladas que otras. La clave, muchas veces, no es tanto desarrollarlas, sino “compensarlas” con otras. Yo puedo tener un nivel bajo de creatividad, por ejemplo. Pero soy un gran buscador y gestor de información, por lo que puedo buscar fuentes de ideas. O soy muy bueno desarrollando redes, por lo que soy capaz rápidamente de buscar alguien que me pueda ayudar. Puede que mi nivel de impacto e influencia no sea alto, pero lo compenso porque soy muy tenaz y persistente. Puede que no planifique muy bien, pero soy tremendamente flexible y adaptable a las nuevas situaciones que van apareciendo. Las posibles combinaciones son casi infinitas.
Una persona no es simplemente una suma lineal de competencias, es mucho más, es la interacción entre todas esas variables. Así que, recuerde: no son tanto los ingredientes, sino cómo se combinan y el sabor final del plato.
Buen provecho.